Charla con Elea López García, actriz profesional y docente de teatro

En esta última colaboración, mantengo una conversación con quien, desde mi modestísima opinión como actriz aficionada, considero una de las mejores profesoras de teatro: Elea López García.
La recuerdo con cariño cuando, siendo niña, acompañaba a su madre a una actividad de expresión corporal que su progenitora llevaba a cabo en Auxilia, una asociación de personas con discapacidad.
Elea, ¿cómo te defines?
Como actriz y docente en interpretación y trabajo corporal.
¿Es tan relevante el trabajo corporal a la hora de interpretar?
Por supuesto, es muy necesario tener conciencia del propio cuerpo para tener presencia escénica, para estar atenta a la acción-reacción con el compañero en escena, para ejercer el control del espacio… La base de la interpretación es el propio cuerpo. Se puede hacer teatro sin hablar, pero no se puede interpretar sin estar presente. Nada más entrar en su escuela de artes escénicas, te encuentras con los siguientes versos de Kavafis:
"Cuando emprendas tu viaje a Ítaca / pide que el camino sea largo, / lleno de aventuras, lleno de experiencias."
Veo que tanto tu escuela como tu grupo se llaman Ítaca. ¿Porque para ti la experiencia teatral es como un viaje?
Porque lo importante es el trayecto que voy haciendo, el día a día, el paso que voy descubriendo en cada momento, esa búsqueda de destinos sin saber cuál es el final, viendo los caminos posibles, encontrándome con distintas personas que me enriquecen, que me enseñan.
¿Cuándo empezaste este viaje?
Mi curiosidad por el teatro surgió siendo muy pequeña, ya que mi madre, como actriz aficionada, para conciliar, me llevaba con ella a los ensayos y yo veía cómo se transformaba en personajes que vivían historias diferentes. Todo eso me parecía un mundo fascinante.
¿Toda esa curiosidad te llevó a adquirir una formación amplia y diversa en artes escénicas, verdad?
Sí, tengo formación en danza, clown, lucha escénica... además de teatro. Empecé a formarme más en serio a los veinte años, en “Espazo Aberto”, una escuela que hay en Santiago con Carlos Neira como profesor titular. Pasado un tiempo ejercí como profesora de niños en esa misma escuela durante siete u ocho años.
¿Te consideras docente de teatro?
Sí, aunque siempre me ha costado saber qué es lo que más me gusta: si ser actriz o enseñar.
A mí me sorprende tu capacidad asertiva al enseñar, tu habilidad para marcar límites sin incomodar, das tus valoraciones sin molestar...
Es una capacidad que también se aprende y que se basa en el respeto al trabajo realizado por el alumnado. Un límite claro para mí es que todo el mundo tiene derecho a expresar lo que siente, a decir lo que piensa, siempre que no moleste a los demás. Si estás creando, eres libre de hacer lo que quieras, siempre que no afecte a nadie. En teatro el trabajo en equipo es fundamental, así como la confianza entre compañeros, que nadie se sienta desplazado o incómodo. Aunque en todo proceso de aprendizaje hay cosas que corregir, eso no significa que la persona no sea válida. En teatro se trabaja mucho con las emociones, no las personales, sino las que surgen en el proceso creativo, en el que la persona se implica mucho. Por eso es necesario crear un clima de confianza y seguridad donde la persona pueda mostrarse, ya que en escena todos somos especialmente vulnerables al estar muy expuestos.
¿Qué prefieres, la docencia con niños o con personas adultas?
Ambas. Me gusta mucho la docencia con niños y niñas porque es muy diferente de la docencia con adultos. Trabajar con niños implica muchas cosas vitales como descubrir la interacción con los demás, hacer cosas en equipo, aprender a codificar lo que quieren contar, enseñarles a transmitir todo lo que han imaginado, que sean conscientes de lo que los otros reciben... Y todo como un juego en el que aprenden sin darse cuenta, integrando conocimientos sobre su propio cuerpo, el espacio, el tiempo, las relaciones sociales... Y con los adultos también me gusta porque todo eso está presente, pero se realiza con una perspectiva más teatral, más técnica y que culminará en un trabajo escénico. Destaco el grupo de adolescentes que vienen porque quieren, por lo tanto, hay una gran motivación, conviviendo con la realidad de que viven en la inmediatez y con muchas ganas de cambiar el mundo, tienen muchas cosas que contar. Para mí es un orgullo que algunos de ellos hayan continuado su formación en Escuelas Superiores de Arte Dramático como la de Vigo, Gijón, Madrid... siendo ya profesionales.
¿De una profesión muy difícil?
Difícil e inestable, que muchas veces hay que compaginar con otros trabajos para poder vivir de ella. Que supone mucho esfuerzo que no se ve, realizado antes de subirse a un escenario. No es solo memorizar un texto.
Actuar es algo más que un texto hablado, ¿verdad?
Cierto, hay que dar vida al texto, hacerlo creíble y que llegue al público. Estar en el presente es la base de la interpretación. También hay que destacar que hay muy pocos espacios para ensayar, montar una obra, trabajar con todo el equipo…
¿Y no será fácil conciliar la profesión con la vida personal y familiar?
No, ya que se trabaja en horarios nocturnos, fines de semana, vacaciones. Y luego hay que moverse mucho para vender la obra.
Además de tu labor como docente y actriz, ¿llevas el teatro al ámbito social?
Sí, con mi compañera Rocío llevamos a cabo desde hace diez años el programa 'Máis que teatro' para trabajar esa capacidad asertiva, cómo comunicarse, cómo gestionar conflictos o el bullying, siendo meros espectadores del mismo. Es un programa destinado al alumnado de institutos y colectivos concretos, como por ejemplo, víctimas de violencia de género.
Tu faceta como actriz, en estos momentos, está centrada en la obra 'Profetas'. Háblame de ella.
Es el sexto montaje de mi compañía, Ítaca Teatro, y el segundo con Carlos Rebolo, después de “Cinco minutos sin respirar”. Se trata de un texto que me enganchó porque no sabría cómo montarlo. Tiene muchas capas: la política, la personal y la relación de los dos personajes que un día fueron pareja. Me pareció todo un reto. Carlos, mi compañero, y yo contactamos con el autor Ernesto Is, que nos recomendó a Carlos Álvarez Osorio como director de esta pieza, y la estrenamos el 24 de abril en el Auditorio Gustavo Freire. Ya hemos hecho varias funciones y participamos en la MIT (Muestra Internacional de Teatro) en Ribadavia. Es una pieza en la que solo hay dos acotaciones, lo que da mucha libertad creativa, y el autor formó parte de todo el proceso, siendo muy generoso con su texto. Al final, no coincide con el texto literario.
¿Cómo está el teatro en Lugo?
Hay muchos grupos profesionales y están creciendo. También en el teatro aficionado. Pero creo que no hay tanta costumbre de ir al teatro y animo a la gente a que se acerque a vivir una experiencia única, porque el teatro está vivo y nunca se repite.