La importancia de los centros expositivos que dan a conocer el pasado romano de Lugo

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Hablamos con Enrique Fernández, arqueólogo del Ayuntamiento de Lugo desde 1986, sobre la importancia de la arqueología y la conservación del patrimonio urbano
oficina turismo lugo
17 Sep 2025

Jessica Fernández

La arqueología ha desempeñado a lo largo de la historia un papel esencial en la comprensión de la humanidad. A través del estudio de restos materiales, estructuras y objetos, se reconstruyen civilizaciones, costumbres y formas de vida. En ciudades con un pasado tan rico como Lugo, la arqueología se convierte en un vínculo tangible entre el presente y un legado milenario que sigue vigente.

Enrique Fernández es arqueólogo del Ayuntamiento de Lugo desde el año 1986, cuando comenzó a trabajar en la ciudad participando en las excavaciones de los aparcamientos subterráneos bajo la dirección del profesor Antonio Rodríguez Colmenero. Actualmente, ejerce como arqueólogo del Servicio Municipal de Arqueología, con una trayectoria vinculada a la investigación y puesta en valor de la ciudad romana de Lucus Augusti. Colaborador en diferentes publicaciones, cursos, simposios y congresos, fue también miembro del equipo redactor de la Memoria que permitió la declaración de la Muralla Romana de Lugo como Patrimonio Mundial en el año 2000.

El estudio y preservación de la Muralla permitió a la ciudad abrir un diálogo con sus habitantes y visitantes a través del Centro de Interpretación de la Muralla, situado en la plaza del Campo. La planta baja acoge la zona de recepción del visitante y la Oficina Municipal de Turismo, mientras que en las plantas superiores se despliega un recorrido que revela los secretos constructivos de la Muralla, su historia y sus múltiples funciones a lo largo de los siglos. El centro permite comprender no solo la dimensión arquitectónica sino también la relevancia de la Muralla en la vida cotidiana de los antiguos lucenses.

Para el arqueólogo municipal de Lugo, los centros expositivos que conservan restos arqueológicos in situ “muestran estos elementos de forma divulgativa, con restos bien musealizados y acompañados de información que permite conocer cómo eran y cómo se vivía en la ciudad. El valor de estos restos radica en que nos permiten entender mejor la ciudad romana; tener restos arqueológicos permite una comprensión más directa y profunda. Además, constituyen un recurso cultural y turístico de gran relevancia para Lugo. Estos elementos añaden un valor a la ciudad tanto como recurso turístico como cultural, porque permiten a la ciudadanía y a los visitantes entender que, más allá de la imponente muralla, existía una ciudad viva, cuyos restos permiten observar cómo era la vida urbana en la época romana, el tipo de construcciones que se realizaban y cómo vivían sus habitantes”. Sin embargo, reconoce que la ciudad “tuvo la suerte de encontrar restos que fue posible conservar, porque no siempre es factible debido a las características de los vestigios, a su localización o a su estado de conservación. Por ejemplo, en la Domus Mitreo se encontraron restos en muy buen estado porque estaban cubiertos por un relleno de más de seis o siete metros junto a la muralla, lo que permitió su conservación. En cambio, en Santo Domingo, los restos están muy superficiales, a medio metro o un metro, lo que hace inviable su conservación a largo plazo”, comenta.

OTROS CENTROS EXPOSITIVOS

Como comentaba Enrique Fernández, el Museo Universitario A Domus do Mitreo, que surge a raíz de las excavaciones arqueológicas realizadas durante la construcción de la sede del Vicerrectorado del Campus de Lugo de la Universidad de Santiago de Compostela en el antiguo Pazo de Montenegro en 1998, reveló la presencia de restos romanos que obligaron a replantear los trabajos y llevar a cabo diversas campañas entre los años 2000 y 2007. La excavación abarcó una superficie de unos 600 metros cuadrados y permitió recuperar parte de una domus romana y de un Mitreo privado, además de conocer la base de la Muralla Romana hasta sus cimientos. Uno de los aspectos más singulares de este museo es que ofrece la única visión en Lugo de la Muralla Romana hasta sus cimientos, gracias a una excavación que profundizó siete metros por debajo del nivel actual de la ciudad. Esto permitió estudiar su estructura y métodos constructivos.

Otro referente destacado es la Sala de Exposiciones Porta Miñá, situada en un antiguo matadero rehabilitado frente a la puerta que da nombre al espacio. Esta sala alberga una exposición permanente dedicada al Lugo romano, organizada en cuatro bloques que recorren sus orígenes, su esplendor, la fortificación de la ciudad y su declive. Gracias a un uso estratégico de elementos gráficos y una amplia colección de objetos cotidianos, los visitantes pueden sumergirse en la vida de la ciudad entre el siglo I a.C. y finales del siglo V d.C., comprendiendo tanto la organización urbana como las prácticas sociales, comerciales y culturales de sus habitantes.

El Centro Arqueológico San Roque constituye otro punto clave para entender el desarrollo de Lugo durante la época romana. Situado a escasos metros de la Muralla y junto al trazado del Camino Primitivo a Santiago, este conjunto integra los restos de un cementerio romano, un estanque cultual y un horno cerámico tardío. Las tumbas conservadas muestran prácticas funerarias de incineración e inhumación a lo largo de cinco siglos, mientras que el estanque de opus caementicium y el horno atestiguan tanto la dimensión religiosa como industrial de la zona.

La Casa de los Mosaicos, conocida como Domus Oceani, ofrece una visión de la vida de la élite romana en Lugo. Descubierta en 1842 gracias a su célebre mosaico con la cabeza del dios Océanos, la domus data de finales del siglo III o principios del IV d.C. Sus espacios, que incluyen un gran oecus, un triclinium con sistema de calefacción hypocaustum, un patio interior y diversas estancias menores, muestran un elevado nivel de sofisticación arquitectónica y decorativa. Los mosaicos y vestigios de pintura mural permiten apreciar la riqueza artística de la ciudad y la importancia de las residencias señoriales en la configuración urbana y social de Lucus Augusti.

El Museo Interactivo de la Historia de Lugo (MIHL) representa la apuesta contemporánea por acercar la arqueología y la historia a la ciudadanía. El MIHL fusiona arquitectura y paisaje en un concepto de museo-parque que integra recursos audiovisuales, maquetas interactivas y paneles informativos. Entre sus piezas se encuentra un monolito granítico con la inscripción fundacional de la ciudad, erigido por Paulo Fabio Máximo en honor al emperador Augusto, así como una máscara teatral de terracota y un conjunto de objetos epigráficos y cerámicos.

EL TRABAJO DEL ARQUEÓLOGO

Por otra parte, para llevar a cabo una actuación de tipo arqueológico en Lugo, el departamento de Arqueología del Ayuntamiento de Lugo es el encargado de determinar si es necesaria y de qué tipo a través de los informes. “Que haya o no una intervención arqueológica en una obra está regulado por la normativa urbanística”, explica. En el ámbito del PEPRI, Plan Especial de Protección, Rehabilitación y Reforma Interior del Recinto Amurallado de Lugo y su Zona de Influencia; “cualquier obra sujeta a licencia que implique movimientos de tierra requiere la realización de una intervención arqueológica”. Así, concreta, dentro del PEPRI, “todo lo que se encuentre dentro de la muralla, así como en su zona de influencia, obliga por defecto a realizar una intervención arqueológica. Es necesario, por tanto, aclarar el tipo de intervención y elaborar un informe detallando todo lo que se encuentra en el terreno, y eso está sujeto a la valoración de Patrimonio de la Xunta, que es la autoridad que autoriza y permite, en última instancia, la continuidad de las obras. En este procedimiento, actuamos como intermediarios entre el promotor y la Xunta, que es la que autoriza, y la licencia municipal queda condicionada a esa autorización. El promotor es el responsable de asumir el proyecto arqueológico, contratando un arqueólogo que redacta y ejecuta el proyecto, y emite el informe. A partir de este, podemos dar continuidad a las obras y, una vez autorizado por Patrimonio, se emite la licencia para ejecutar el proyecto. En definitiva, en el caso del Recinto Amurallado, cualquier intervención siempre requiere una actuación arqueológica”, comenta.

Pero el trabajo del arqueólogo municipal no termina ahí, también se desarrolla un importante trabajo de divulgación, orientado a dar a conocer el patrimonio arqueológico y concienciar a la ciudadanía sobre su valor como recurso cultural, no solo turístico. “Para ello, editamos publicaciones del Ayuntamiento, elaboramos libros de divulgación de carácter arqueológico y organizamos actividades, como exposiciones o folletos informativos”. Asimismo, existe un labor investigador ligada tanto al interés propio del arqueólogo como a la necesidad de ampliar el conocimiento del Lugo romano. “Se trata de profundizar en lo que nos aportan las excavaciones arqueológicas y en la información que proporcionan sobre el tipo de construcciones, su localización y la configuración de la ciudad romana en conjunto. Este trabajo de carácter científico se da a conocer en congresos, simposios o publicaciones, pero también resulta útil en el día a día, pues permite evaluar la potencialidad arqueológica de un lugar antes de autorizar una intervención. De este modo, conocer la localización de los principales elementos de la ciudad, como el foro, los barrios artesanales, las necrópolis o las zonas residenciales es esencial para reconstruir la ciudad romana”, destaca. Además, el departamento participó en proyectos europeos, como fueron el proyecto Muralla Digital o el proyecto Vías Atlánticas, centrados en ámbitos específicos de investigación y puesta en valor.

LA IMPORTANCIA DE LA ARQUEOLOGÍA

“La excavación arqueológica tiene un valor importante porque permite recuperar restos que dan a conocer cómo era la ciudad y un patrimonio cultural que se puede poner en valor, como se hizo con restos expuestos en espacios públicos y privados que enriquecen y aportan un valor añadido a la propia ciudad. Al mismo tiempo, constituye un elemento que nos ayuda a comprender la historia urbana. Sabemos que antes de ejecutar una obra o de afrontar cualquier intervención es preciso realizar la excavación arqueológica. Puede darse la situación de que los restos encontrados no estén bien conservados o no tengan un valor evidente, pero esto no puede servir como justificación para no realizar la obra. La arqueología a veces se utiliza como excusa para paralizar determinadas intervenciones o justificar retrasos, pero ese no debe ser el caso”, subraya Enrique Fernández.

“La premisa es preservar los restos arqueológicos”

Con respecto a las obras y los retrasos, volvemos la mirada hacia las polémicas obras de peatonalización del casco histórico de Lugo y le preguntamos cómo influyeron las excavaciones arqueológicas en su desarrollo; a lo que el profesional contesta que “la empresa que ejecutó estos trabajos contrató un equipo arqueológico para hacer un seguimiento constante, dado que se trata de una zona de potencialidad arqueológica, con el objetivo de controlar y supervisar que no se produjera ningún daño de carácter arqueológico. Siempre que aparecía algún resto, se procedía a documentarlo e intentar protegerlo. Por tanto, se realizó un trabajo previo de información valorativa para determinar qué se puede encontrar en la zona. Contamos con suficientes datos para estimar más o menos las áreas en las que pueden aparecer restos, aunque, lógicamente, siempre hay elementos inesperados. En este caso, al ser necesaria la apertura de toda la calle, es normal que en algún punto donde no se alteró el subsuelo permanezcan restos arqueológicos. Esta es la función del arqueólogo encargado de la supervisión: documentar los hallazgos para evitar que se produzcan retrasos posteriores. El resultado depende del trabajo que realice el arqueólogo contratado por la empresa y de la coordinación que mantenga con esta”.

Así, dice que el trabajo desde el departamento de Arqueología del Ayuntamiento es “comprobar que los proyectos se están ejecutando tal como fueron aprobados y autorizados, evitando cualquier tipo de daño, asegurando que el proceso arqueológico se documenta correctamente y que se realiza de forma adecuada. Cuando se detecta un hallazgo de gran importancia, conviene analizar alternativas porque siempre hay que preservar los restos arqueológicos. Si no existe compatibilidad entre el resto arqueológico y la instalación prevista, porque no hay espacio para situarla, es necesario solicitar autorización a Patrimonio para, una vez valorados los restos, proceder a su desmontaje y así poder continuar con la instalación. Este proceso genera en ocasiones demoras, ya que requiere realizar la intervención, elaborar informes y esperar la autorización de Patrimonio. Sin embargo, la premisa siempre es buscar soluciones alternativas para evitar la destrucción de los restos, preservarlos y minimizar los retrasos en la obra”.

No obstante, Enrique Fernández, arqueólogo del Ayuntamiento de Lugo, valora muy positivamente el trabajo realizado en estos casi 40 años desde que comenzaron las excavaciones de forma sistemática. “Yo empecé en el año 1986, a raíz de la famosa polémica de los aparcamientos subterráneos y, en ese momento, la arqueología comenzó a normativizarse en la ciudad. Desde entonces, se ha hecho un gran avance, aunque el ritmo depende en gran medida de la evolución de las obras, ya que las excavaciones están vinculadas a las intervenciones urbanísticas y no siempre existen proyectos propios para investigar. Aun así, tenemos una idea bastante clara de la planimetría de la ciudad, diferenciando la ciudad del siglo I, del siglo II, del siglo III o del siglo IV, cuando se construyó la muralla. Esta modificación fue sustancial, ya que la muralla, hecha tres siglos después de la fundación de la ciudad, cambió de manera significativa su estructura. Conocemos algunos elementos importantes de lo que era una ciudad romana, que sigue un patrón: calles cuadradas, foros, espacios funerarios siempre en las afueras, zonas artesanales y barrios extramuros. Pero cada ciudad tiene sus particularidades. En Lugo sabemos dónde estaba el foro, en la actual Plaza Mayor, así como el espacio de Acuña, que era la casa del ayuntamiento, los templos y la catedral. También conocemos cómo eran las calles, los sistemas de abastecimiento y saneamiento, la canalización de las aguas residuales, el tipo de industria que había, la localización de los cementerios, algunas de las mansiones más importantes, las domus, pero seguramente existían muchas más; y la aparición del Mitreo, que fue una gran sorpresa, ya que este elemento no está presente por defecto en todas las ciudades”.

Sin embargo, sostiene, “aún queda mucho por conocer”, por lo que el objetivo principal es seguir “recuperando la información para trasladarla a un plano sobre el que se va reconstruyendo la geometría de la ciudad, como un rompecabezas en el que se van colocando piezas que pueden ir cambiando la concepción de la ciudad a medida que se conoce más. Lugo, si algo tiene que ofrecer, es su rico patrimonio histórico, y todavía quedan cosas por hacer, como el Museo de la Romanización de Lugo, que resulta fundamental para poder ordenar y poner en valor toda la información arqueológica disponible. Este proyecto debe ser una iniciativa de ciudad, valorada positivamente por todos, que actúe como contenedor de elementos arqueológicos para divulgarlos y darlos a conocer, pero también como recurso turístico y como forma de canalizar y coordinar toda la investigación y los trabajos arqueológicos que se realizan”, concluye.

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