Marisol Bravos, maestra y escritora: “Yo luché por ser considerada una persona, con una limitación, pero una persona”
Por Jessica Fernández
'Unha historia de superación’ es un libro autobiográfico en el que la escritora cuenta su recorrido vital, marcado por las trabas de un mundo discriminatorio en el que la autora subraya su “carácter y ganas de vivir” para poder hacerle frente.
Marisol Bravos cuenta que a los 3 años sufrió la enfermedad viral poliomielitis, más conocida como polio, que se extendió por España en los años 50 y 60, cuando empezó a llegar turismo a España. Su vez, Bravos sostiene que, “además de infectarnos de polio, fuimos víctimas del silencio del franquismo, ya que se escondió esta pandemia para que no había afectado al turismo”, explica. Así, dice que en esta obra cuenta su historia, manchada por la discriminación a los “niños de la polio”, “no para remover el pasado, sino para dar la información necesaria y que eso no se repita”, incide. Por otra parte, destaca que, con el apoyo de su familia y su carácter positivo, fue abriendo puertas tanto para ella misma como para personas con la misma enfermedad.
“Nosotros éramos subnormales, yo tengo el certificado de subnormal porque caminaba con dos bastones. No había para nosotros el concepto de persona, nosotros estábamos por debajo del que era ser normal. Yo no entendía por que nos trataban así y hasta muy poco seguíamos siendo considerados como "disminuidos" en la Constitución. Yo luché por ser considerada una persona, con discapacidad, pero una persona. Somos diversos y tenemos que tener reconocida una dignidad”, defiende. Además, añade que “se ti y yo vamos a dar ahora una vuelta por la muralla, yo iré en silla de ruedas y tú irás andando, hacemos el mismo pero de maneras diferentes. No tiene sentido que nos califiquen de “disminuidos”, es resaltar mi limitación como lo que me define, y yo son muchas más cosas que una limitación. Tuve problemas para ir al colegio y durante toda mi vida, por eso digo que fui abriendo puertas. A pesar de todo, conseguí estudiar Magisterio y fui profesora en la enseñanza pública durante 37 años”, argumenta.
Vivir con el estigma
Marisol Bravos cuenta que desde pequeña tuvo que convivir con el estigma. “Cuando me tocó ir a la escuela, la profesora le dijo a míos padres que “la donde iban con esa pequeña”, a lo que mi padre le contestó: “es que no tengo otra”. Ese es el resumen de mi infancia, ya que mis padres tuvieron que enseñarme en la casa a leer y escribir. Yo son lo que son gracias a la familia que tuve, que siempre me apoyó. Así, a los 11 años marché al instituto de Lugo a estudiar, porque a mí me gustaba estudiar. Allí, daban por hecho que no llegaría a nada con los bastones. Pero hice bachillerato de ciencias y con buenas notas, aunque me pusieron que estaba capacitada para las letras en el momento de elegir una carrera de estudios. En esa época las mujeres no estudiaban ciencias y menos se tenían bastones. Cuando empecé Magisterio, casi me mandan para la casa porque no había hecho gimnasia en el bachillerato, pero luché y conseguí que me habían concedido la exención de haber cursado la gimnasia práctica. Luché mucho por conseguir lo que me parecía justo”, destaca.
Así, otra de las conquistas en la vida de Marisol fue sacarse el carné de conducir. “Para mí fue el cambio más significativo de mi vida porque el coche adaptado se convirtió en mis piernas, con las que recorrí diferentes municipios para trabajar de maestra”, argumenta. Sin embargo y, a pesar de todo, recuerda como la gente le decía su madre cuando la veían que “qué madre más bonita, pero que pena lo que le pasó, ojalá Dios te la llevara”. Así, Marisol se veía “igual que otras niñas de la clase, pero la gente solo vía que llevaba dos bastones, por eso siempre fui independiente y autónoma, me encargué de mis cosas y les demostré a los demás que era una persona normal, pero con una limitación. Yo no podía cambiar las circunstancias de mi redor, de cómo me veía la gente, pero cambié yo la forma de tomarlas y mi carácter vital me ayudó mucho. Sé que las personas no decían las cosas por mal, pero me herían. La mía fue una vida complicada, pero yo me reafirmaba en el que quería conseguir”.
Las necesidades de las personas con diversidad funcional hoy
En la actualidad, el estigma sigue estando ahí, tal y como indica Bravos, que reconoce que “yo viví en los comienzos y no niego la evolución, miro hacia atrás y ahora todo es mucho mejor; pero se miro hacia delante, sí que veo discriminación aunque es más sutil, pero existe. No se piensa en las personas como yo y sigue habiendo barreras arquitectónicas en las ciudades. Parece inconcebible que tengamos que luchar por una rampa en los edificios y en las aceras”, critica.
Por otra parte, reconoce que los edificios públicos de Lugo son accesibles, ya que hay una ordenanza que apuesta por la eliminación de barreras arquitectónicas, pero sostiene que “no se lleva a cabo al 100 %, porque existe legislación, pero hay gente que no la cumple. No se había debido licencia de apertura la ningún negocio sin cumplir la ordenanza de accesibilidad”. Así, comenta que su enfermedad tiene una segunda fase, el síndrome post-polio, que afecta a las personas infectadas de la polio y que produce un debilitamiento en los músculos que se vieron afectados por la infección de polio, por lo que “ahora me traslado en silla de ruedas para proteger las manos y necesito más lugares accesibles. Por ejemplo, en el lugar donde voy a presentar el libro, la biblioteca pública, antes no tenía una rampa al escenario. Tenemos que ir trabajando y dando pasos para promover la accesibilidad”.
Para conseguir una inclusión real, aconseja, “deberían eliminarse todas las barreras arquitectónicas, que además son fáciles de eliminar porque es hacer una rampa o hacer una puerta más grande, supone incremento de reforma, pero es algo físico”. Y, por otra parte, pone el foco en la educación: “Yo di clase 37 años y sigo reivindicando una escolarización de los niños con minusvalía y una educación de calidad con todos los medios que necesiten para abrirles las puertas la esas personas en el futuro. Hay que inculcar la inclusión en la educación y hacer una escuela y sociedad solidaria”, concluye.